Les anuncio que hoy hablaremos de tetas y crisis económica. En un mundo repleto de tecnología, donde la realidad y la fantasía son sinónimos, las catedrales del consumo sirven como un espacio donde los consumidores interactúan con los productos sin la obligación de comprar, creando un revolucionario escaparate. La relación con los productos ha suplantado a la religión, pues los consumidores acuden a modo de peregrinación a las grandes superficies comerciales. El nuevo milenio ha supuesto la catarsis del hedonismo, la popularización del lujo, del chic “low cost”.
Hemos llegado a la era del “personismo” como definió Verdú. Dicho personismo constituye el producto supremo del capitalismo de ficción. Con él, la nueva etapa del sistema efectúa el simulacro de la recuperación de la persona, el rescate del amor al prójimo y el “reality show” de una nueva comunidad a través del bucle de la conectividad consumista, tecnológica y mercantil.
De la tecnología al altermundismo, desde los grupos “indie” a los hinchas de fútbol, de las asociaciones de consumidores a las tribus urbanas, el personismo se reproduce en el convencimiento de que nuestra vida desmerece si no se comparte o se conecta. Y este compartir nos lleva a la obsesión de la estética. La guerra contra la fealdad el sobrepeso viene a ser como la otra batalla contra la discriminación, puesto que en todas partes los obesos suelen cobrar menos y existe una estrecha relación entre belleza y privilegios. Metrosexuales, heterogays, lady gagas, ubersexuales… Conceptos que definen una estética por la que comprar, morir y transformarse.
Los españoles nos hemos lanzado a la orgía del consumo y la autocomplacencia que se traduce en que hemos alcanzado el primer puesto en operaciones de cirugía estética en Europa y uno de los primeros del mundo (sólo superados por los Estados Unidos, Brasil y Argentina). En total nos gastamos la friolera de 800 millones de euros al año en cortar y pegar aquello que no nos gusta de nuestro cuerpo. Esto supone que se practiquen alrededor de 400.000 operaciones anuales con una media de gasto de 2.000 euros. Su popularización es tal que se ha incluido como uno de los valores de consumo del IPC. El perfil del consumidor es ahora de lo más común: amas de casa, funcionarios y una alarmante cifra de adolescentes con padres descerebrados que utilizan la cirugía como premio. Las mujeres siguen siendo mayoría de las usuarias y suman entre el 70 y el 80 por ciento de las operaciones, siendo el aumento de pechos la cirugía más demandada.
Las mujeres del arco mediterráneo están a la cabeza en cuanto al tamaño de las prótesis ya que las elijen por encima de los 330 gramos (como diría un castizo “unas pedazo de tetas”) siendo las cordobesas y las almerienses las que hacen valido el dicho ante la duda… En la media estarían las Vascas, Navarras y Madrileñas mientras que las más recatadas se localizan en Extremadura.
Toda una geografía del hedonismo.
Los hombres se decantan por el retoque de párpados, la liposucción, la mejora del abdomen y la eliminación de esos molestos pelos que cubren nuestros cuerpos orondos.
Sin embargo, la crisis ha golpeado a este feliz sector, el grifo de la financiación crediticia se ha cerrado y ha afectado a una actividad que tenía tasas de crecimiento por encima del 10 por ciento anual. El desplome lo sitúan los especialistas en alrededor del 40 y 50 por ciento.
La necesidad y deseo siguen existiendo pero la demanda debido a los problemas económicos se ha contraído. Las jóvenes de entre 20 y 30 años que antaño se embarcaban en créditos personales para pagarse el capricho del bisturí, se han encontrado en el paro o con dificultades para conseguir avales suficientes para sus anhelos. Sin embargo, la crisis ha disparado el consumo de lencería que se ha convertido en un elemento de sustitución de las operaciones estéticas, algo así como en una cirugía de los pobres. En el año 2009, la facturación de ropa íntima superó los 950 millones de euros. Las españolas adquirieron en el 2009 una media7 bragas y 3 sujetadores, consumiéndose en total 398 millones de prendas de corsetería. En cuanto a los gusto, los sujetadores con relleno son los que se llevan la palma. Este consumo es sintomático de la incapacidad de poder acceder a la operación recauchutado, todo por una apariencia neumática.
Propondremos desde ahora al Gobierno un nuevo sistema de vigilancia de la crisis: el recuento de implantes mamarios, ya que su número y velocidad de implantación son inversamente proporcionales a la capacidad de crecimiento económico. Todo un novedoso indicador fruto del hedonismo de nuestra sociedad.