Cuando eramos pequeños chivarnos de nuestros compañeros debido a su comportamiento gamberril era una de las peores cosas que podíamos hacer. Ante nuestros ojos pasaban escenas de las películas carcelarias que los sábados emitía la única cadena estatal, donde los soplones sufrían las peores venganzas a manos de sus compañeros traicionados.Sin embargo, entre los políticos no se lleva ese código del honor, ellos se dedican a la delación como arma para eliminar competencia. Estas «filtraciones interesadas» se han convertido en uno de los «trending topics» del momento.
Resulta que la rutina de los viernes por la mañana para muchos eurodiputados consiste en llegar al trabajo, fichar, cobrar su dieta y largarse pitando. El escándalo lo destapó el 13 de febrero el periódico británico News of The World en una noticia de pago pero consultable aquí. Tres semanas son mucho tiempo para una información y seguro que a estas alturas la socialista Eider Gardiazábal ya dormía hasta tranquila pensando que nadie notaría en España que ella era una de las cazadas. Pero El Mundo publicó el día 9 en portada su foto maleta en mano, recuperando una historia que inmediatamente han replicado un montón de medios. Por los pelos, Gardiazábal.
La jornada laboral de los parlamentarios europeos termina los jueves, pero algunos en lugar de salir disparados de Bruselas como haría cualquier oficinista, pasan la noche allí. El viernes madrugan, firman en recepción y se van con su bolsita de fin de semana al aeropuerto o a la estación de tren. El problema es que reclaman las dietas de ese día como trabajado cuando no han hecho nada, y por ello cobran un poco más de 300 euros. Los viernes no se da ni golpe en el Europarlamento.
A Gardiazábal la han pillado fichando a las 9:56 de la mañana. A las 10:20 ya estaba en el aeropuerto lista para coger un vuelo. Junto a ella, eurodiputados de todos los países y signos políticos unidos por algo solo definible con el nombre técnico de un morro tremendo. «De los 160 eurodiputados que filmamos firmando antes de las diez de la mañana, más de un tercio (54) llegaron con bolsas y maletas. Al menos 25 parlamentarios se fueron poco después», cuenta News of the World. Algunos, como el tory Robert Sturdy, ya han intentado explicarse sin mucho éxito.
El topo que les ha facilitado el acceso a la información es una compañera de trabajo de los eurodiputados, la independiente británica Nikki Sinclair, una mujer muy combativa con los organismos europeos. Unos días depués de la publicación del escándalo, escribió un artículo explicando por qué había decidido ser una chivata. En él cuenta que de media entre 60 y 70 eurodiputados fichan los viernes por una cantidad que la mayoría de sus electores no ganan en una semana. Que propuso el fin de esa práctica pero que su iniciativa fue rápidamente bloquada por el gabinete del presidente del Parlamento. Así que decidió colaborar con la prensa de su país.
Buscando un poco en las hemerotecas uno se encuentra exactamente la misma historia en un bucle en el que solo cambia el nombre de los protagonistas, los medios implicados y el importe de las dietas. En 2004 un eurodiputado crítico austríaco, ex periodista de Der Spiegel llamado Hans-Peter Martin, también se hartó y denunció a sus compañeros. Merece la pena ver este vídeo de la televisión alemana RTL con las colas de eurodiputados con las maletas para fichar un viernes a primera hora de la mañana, y la reacción violenta de algunos de ellos, que huyen o se enfrentan a los periodistas diciendo que no es asunto suyo.
La historia también nos suena, aunque más cercana y a pequeña escala, por lo que destapó el periódico Levante a principios de año, cuando pillaron a medio centenar de funcionarios de la ciudad de la Justicia de Valencia que tenían como hábito aparcar, fichar, largarse a desayunar o a llevar a los niños al cole o a lo que fuera y volver después. Al poco tiempo parecieron pasquines por los juzgados con la foto -sacada de Facebook- del periodista que firmó la historia.
En realidad, las noticias sobre el escaqueo de tiempo o de dinero -es lo mismo- de funcionarios o políticos de más o menos alto rango y a los que pagamos aquí o en Europa son un clásico informativo. En el caso de los europarlamentarios también sus subidas de sueldo y las filtraciones de información económica realizadas desde dentro. Desde el punto de vista de las redes el escándalo de hoy (el mismo que ha estado a punto de desaparecer en el olvido de lo publicado por las barreras de la información de pago) puede parecer uno de tantos que hace hervir la sangre de las redes durante unas horas, como se puede ver en los comentarios de Menéame, y que luego se olvidan para volver a aparecer, sin apenas cambios, unos años después.
Pero hay que tener cuidado, porque en esta ocasión la ebullición está siendo etiquetada, y las cosas con nombre son más peligrosas. En Twitter, la noticia circula acompañada del hashtag #nolesvotes, enseña de un movimiento ciberactivista que está catalizando el hartazgo con las instituciones de un buen número de internautas y que pide el voto de castigo en las próximas elecciones para aquellos políticos que han sacado adelante la Ley Sinde. «¿Para cuándo un #nolesvotes versión europea?», se preguntaba una usuaria.
La propia Nikki Sinclair da en el clavo en su artículo:
«Si nosotros, como políticos electos, continuamos viendo el erario público como un recurso que explotar mientras aquellos que proporcionan el dinero pierden sus trabajos y sus casas, qué podemos esperar (…) La sociedad es una cosa frágil, como el Politburó aprendió en 1989 y como los dictadores norteafricanos están aprendiendo ahora, la gente no tiene por qué sostener más regímenes corruptos».
Parece que en los tiempos post-Wikileaks que corren los topos, los chivatos, los infiltrados, los esquiroles son tendencia. Seguro que eso quiere decir algo.